No bailan. No cantan. No lloran. No
ríen. Ni sienten ni padecen. Son almas muertas que vagan a la deriva, descalzos
agonizan entre cristales rotos. Son rostros irritados por gotas de agua salada
que marcan el tic tac de un reloj sumido en las sombras.
Solo tuvieron que detener sus
pasos, incrustando en el latido de sus pensamientos el aullido de la
incertidumbre, transformándose en muertos con vida que buscan consuelo en las
oscuras cavernas que habitan en su propia sombra.
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