Voces macabras que atraviesan el silencio, paralizándote. Son solo pensamientos y aun así, los escucho atentamente, porque nadie me enseñó a silenciarlos. Y por fin consiguen convencerme. Ya no confío en nada, en nadie. Ni siquiera, en mí misma.
Ese es mi error. Esa, es mi cruz.
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